Infancia

¿Jugamos a discutir? Peleas de hermanos.

Resolviendo de forma diferente las peleas entre hermanos


El juego es el principal medio de aprendizaje y desarrollo cognitivo, afectivo y psicomotor en la primera infancia, ¿qué pasaría si lo usáramos cuando se suceden de forma reiterada peleas entre hermanos?

Aquella tarde vi cómo no paraban de pelear la una con el otro: miradas y expresiones de enfado, elevación del tono de voz incluso, llegaron a coger algún juguete para tirarlo. Se había dado una situación en la que no se ponían de acuerdo y trataban cada uno de imponer con mucha fe y fuerza su criterio sobre a qué iban a jugar.

Ella tiene cinco primaveras y su hermano pequeño recientemente ha cumplido cuatro años. A lo largo de la tarde oscilaban momentos de risas y alegrías con otros, cargados de enfados y reproches entre ellos. Discutiendo perdían el respeto que deben tener las personas entre sí y esto se aprende desde pequeños en el hogar (habilidades de escucha, exponer ideas y gustos), y tener un hermano ayuda a acelerar aprendizajes interpersonales.

Por mucho que corriera siempre llegaba tarde al conflicto. Para poder identificar qué había pasado en los momentos previos, que decía cada uno, es una impotencia tan grande no saber qué ha pasado realmente para poder enseñarles a ser asertivos. Entonces se me ocurrió lo siguiente: ¿y si les enseño a discutir? No tenía nada que perder, aventurándome a crear una situación de forma premeditada en la que supiera que surgiría el desacuerdo y que tenía cómo fin que

vivenciaran situaciones en las que la cooperación entre ambos, utilizando el lenguaje y la escucha, les permitiera obtener una recompensa grata para ambos.

Media hora más tarde, nos encontrábamos los tres en la entrada de una juguetería, con las siguientes consignas:

  1. Vamos a caminar por toda la tienda, para verla entera, y nos fijaremos en los juegos que les gusten y puedan jugar los dos.
  2. Nos llevaremos a casa el juego que escojan entre los dos para usarlo antes de cenar, en familia (controlaría los 50 minutos que dedicaríamos a ello, es importante que sepan el inicio y el fin de la actividad).

Ni te imaginas lo rápidos que pasaron los casi cincuenta minutos que pasamos en la juguetería, fue muy reconfortante  verlos, deseosos de convencer la una al otro y viceversa (tolerando la frustración de no salirse con la suya), de llevar el juguete de su súper heroína preferida o el de su animal. Era un requisito estar atento cuando hablaban y respetar el tiempo de cada explicación. A falta de cinco minutos, la encrucijada estaba servida, pues o se ponían de acuerdo,  o volvíamos a casa, ellos con las «manos vacías» y yo satisfecho, pues para mí, el objetivo estaba cumplido, han puesto en práctica el discutir su ideas.


Desde ese día, lo pasamos genial jugando al parchís antes de cenar. Recuerdo los rostros de asombro de las otras personas que pasaban y veían a estos hermanos, sentados en el suelo de la galería comercial «jugando a discutir». Ahora cada semana lo practicamos, cuando hacemos el cine en casa, escogiendo desde la peli, hasta las posibles comidas para cenar.

Te recomiendo este artículo sobre «los mejores errores» que podemos tener como educadores en la crianza de nuestros hijos.

http://emociones.eu/2016/10/mejor-error-madre/

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