Adolescencia,  Infancia

¿Ser padre o ejercer de padre?

Las primeras líneas de esta reflexión intentarán dejar clara la siguiente premisa: «para hablar de mí, no necesito hablar de ti». Los padres debemos dejar de compararnos con las mamás para ajustar el concepto y definición de la paternidad, pues, por naturaleza, ambos somos diferentes e indispensables para los niños.

Ser padre… te acompañará durante todos los años de tu vida, orientando a tu hijo, a través de las diferentes etapas de su desarrollo, «siempre lo llevas puesto», forma parte de ti. Es por ello, que cuando leo una noticia triste sobre la vida de algún niño, doy gracias a la vida, de poder tener la suerte de abrazarte cuando te veo.

Es verte rodeado de tus amigos al llegar al cole, ver cómo vas haciéndote un hueco en tu entorno, cómo empiezas a ser tú mismo con lo que has visto de los adultos y cómo aprendes, también, de tus “compis”.

Es escucharte antes del momento del baño, con lágrimas en la mejilla, diciendo que no puedes hablar en el cole, «porque los niños de tu clase dicen que eres bobo y no sabes hacerlo bien», y en ese instante saco toda la energía positiva que llevo dentro para que te empapes de ella y te sientas tan seguro de ti mismo y que te quieras tanto como para que, mientras te baño, me cuentes un cuento que te sabes y, al final del mismo, te aplaudo por lo bien que lo has hecho.

Es hacer de colchoneta para tus primeros brincos del sillón, de la mesa de la cocina, o convertirme en un rocódromo móvil, al que escalas, subiendo hasta ponerte en mi cuello, mientras gritas que estás en lo más alto del mundo, cuando en realidad, soy yo quién permanece ahí, por tener la suerte de haberte conocido y de compartir mi vida contigo.

Es reconocer todas las melodías que tiene tu llanto: el de «queja», el de «quiero que me hagas caso», el de «no quiero comer potaje», el de «no quiero ponerme ese pantalón»… qué sería de esos incontables momentos de la vida cotidiana sin esas melodías con la que me has enseñado otra forma de conocerte y de conocernos.

Es pelear y luchar contra un tejido laboral que se empeña en que tenga que entrar al trabajo antes de que tú entres a clase, ¿cómo hago?, ¿es que nadie más quiere llevar a sus hijos al cole? Me opongo a jornadas de trabajo de más de 8 horas, de «Sol a Sol» más de 5 días en semana, porque si lo hiciera, ¿cuándo estaríamos juntos?

Es compartir con mis amistades, cuando nos reunimos para picotear algo, todas las anécdotas maravillosas que veo día a día cuando estamos en casa o en la calle, recuerdo esa vez que sonó el timbre de casa y me dijiste: ¡papá! ¡papá! están tocando la puerta, creo que es un ser humano.

Es después de haberte acostado, cuando debo empezar a preparar mi cena, tu ropa para el cole, la mía para el trabajo, poner lavadora, recoger la casa… y por último, lo mejor del día: ir a tu cama y susurrarte que eres muy especial y que te quiero (quiero que sea lo último que escuches cada noche).

Es sentarnos a hacer el mismo puzzle cualquier tarde más de 4 veces, felicitándote por cómo te esfuerzas y no sólo por haberlo terminado. Colorear juntos a tus personajes de dibujos animados, buscarte en el kiosko las pegatinas de tus superhéroes, para luego ver cómo las pegas en la tele de casa.

¿Cómo ser padre? Se me atragantan las palabras, pues es muy triste que muchos padres no puedan serlo, porque se les aleja de sus hijos. Me faltan dedos en las manos para señalar a los culpables: a las ideologías y sus “perspectivas”; a los colectivos atestados de radicales; a esas leyes obsoletas; a aquellos juzgados sin corazón; a los letrados adoctrinados y aletargados, a los mal hallados intereses electoralistas; a la sinrazón, que son quienes se encargan de «segar el acceso» a tu legítimo derecho de poder disfrutar del privilegio de crecer también teniendo cerca de ti a tu padre, ocultándose detrás de las mentiras y los prejuicios, obligándonos incluso a tener que sortear el duro embate que supone sobrellevar a quienes se sirven espuriamente de leyes que no fueron pensadas para nosotros. Qué triste pensar que aún haya quienes crean que «el amor se paga» y que hayamos capitalizado las relaciones entre padres e hijos.

Se es hijo compartiendo tu vida con tu padre y con tu madre, con ambos, sin embargo hay miles de niños que crecerán con un gran vacío en su vida, porque no conocieron a su padre aún teniéndolo. Tan sólo 5 horas entre semana y 4 días al mes no es tiempo suficiente para conocer a papi, serás tratado como «niño prepago», pagando por poder pasar un tiempo limitado contigo, sin participar para nada en las actividades de tu vida. Habrá, incluso, quien entenderá que es natural el hecho de convertirnos en “padres e hijos online”.

Niños que no conocerán al padre que les cuenta cuentos o historias antes de ir a dormir, ni conocerán al padre que les hace carambolas con la cuchara de potaje a la hora de comer, tampoco sabrán qué se siente cuando papá les seca el pelo después del baño, que no le verán a salida del colegio. Estos niños y estas niñas crecerán con un vacío tan especial y tan profundo que sólo pudo haber sido colmado por aquel padre por siempre negado, pero no por uno cualquiera, sino por el único hombre que te querrá por el resto de tu vida.

CUSTODIA COMPARTIDA SÍ, NINGÚN NIÑO SIN SU MADRE NI SU PADRE

Autores:Enrique R.M – Eliezer M.C

 

  

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