Infancia

¿Mi color? El arcoíris. ¿Por qué tendemos los adultos a limitar a los niños?

«Papá mi color preferido es el arcoíris» Este es el ejemplo de cómo ven sin límites el mundo que los rodea los niños, ese «mundo» que los adultos hemos estructurado minuto a minuto de su vida, en el que les enseñamos continuamente a delimitar todo lo que les rodea, a ponerle una «ventana al campo» y «una puerta al mar» ¿Por qué no puede ser tu color preferido el arcoíris? A mí no se me ocurre ninguna explicación para decirle lo contrario, pues estaría condicionando la forma en la que ve con sus ojos la naturaleza.

Para los niños pequeños la fecha a la que quieren llegar en el calendario es hoy. Tienen clarísimo que el único momento que les ocupa es el presente, a diferencia de los adultos que vivimos de forma cotidiana rebobinando mentalmente nuestro pasado y fantaseando con el futuro (sin tener en cuenta que no podemos alterar ninguna parte de nuestra película).

Los niños saben de forma natural que el único día del calendario en el que es posible que se rían o diviertan es, hoy-ahora-ya. A pesar de todo ello, continuamente estamos dirigiendo todas las actividades que hacen a lo largo del día en función del futuro, no hay momento para lo que llamaremos «incertidumbre», es decir, que el niño haga lo que quiera (dentro claro de unos límites responsables que, como adultos, debemos tener claros).

Esta falta de incertidumbre da como resultado niños menos creativos que funcionan como robots, que son clones unos de otros.

Siempre tienen que tener algo en la mano para jugar, se olvidaron que tienen dedos con los que crear. Es aquí donde entra nuestro papel facilitador para ellos. Y es que «se lo damos todo hecho». Es momento de poner en sus manos instrumentos para que ellos mismos creen sus inventos, sus juegos imaginarios y juguetes, haciendo esto corremos el peligro de educar a niños auténticos.

Las justificaciones de por qué esta generación de «Supernanys» y «Hermanos Mayores» (en su gran mayoría huérfana de padres y madres, que ahora son colegas), en la que se manifiesta la pérdida no sólo de valores sino de amor (un amor distinto), dentro de la familia.

Este amor caduco y que cada vez fomentamos menos los padres y madres, es un «amor responsable» (que sabe poner límites con amor, que sabe crear espacios de desarrollo natural y sobre todo que esta presente), pues quizás, y digo humildemente, sólo quizás, tenemos niños menos creativos porque tenemos adultos con muy poca paciencia para aceptar el desorden, la inquietud y la energía de sus hijos. Siempre es más cómodo la otra opción, es decir

«toma hijo, ¡juega! Y por favor, no me molestes, que me duele la cabeza».

Por eso debemos dejar que crean que si su color preferido es el arcoíris», pues así será, aceptemos su forma de ver, entender y hacer en el mundo que los rodea, pues su percepción es más pura que la nuestra, condicionada por «el qué dirán», «¿me aceptarán?», «¿les gustará?».

Intoxicada por el paso de los años tropezando en la misma piedra; esa piedra que nos pusieron a nuestros pies cuando éramos niños para que constantemente viviéramos entre el pasado y el futuro;

sin embargo hoy tenemos la oportunidad de enseñar a los más pequeños que cuando tropiecen en la piedra la usen para jugar con ella, hoy-ahora-ya. Así pasará de ser un contratiempo a un entretenimiento.