Competición DEPORTIVA en la infancia, el teatro de padres y madres sin moralidad.
Quizás te sorprenda mi atrevimiento, pero creo que en la actualidad una de las formas de maltrato infantil, más normalizadas que encuentro en nuestra sociedad, está presente en la práctica de competiciones infantiles en la primera infancia.
Me explico:
Al igual que ocurre con los boletines de notas, en muchas familias, los niños y niñas encuentran la aceptación y aprobación de sus padres, en función de un resultado. Sin tener en cuenta el esfuerzo, los buenos hábitos, los pequeños se mueven entre el miedo y la culpa, por «no ser como esperan que sean».
Muchos de estos adultos, proyectan en sus hijos su necesidad de protagonismo y de victoria, ANTES-DURANTE-DESPUÉS, de la competición, el ejemplo visible lo encontramos los fines de semana en algunos partidos de fútbol de niños menores de 10 años.
La gran finalidad de incluirlos en actividades deportivas es que a través del juego, disfruten con sus iguales, que adquieran hábitos de ocio saludable, y sobre todo, aprender a relacionarse con los demás.
¿Me pueden decir qué aprende un niño de 9 años que en un partido de fútbol gana por 20 – 0 a otros chavales de su misma edad? ¿Por qué se esfuerzan tanto en inculcar que la competición prepara para la vida?
Competir de esta manera lo que genera es humillación y rechazo entre los propios niños, pues «no se les enseña a ganar y perder». Meterles en la cabeza que la vida es una competición es falsa, pues con el tiempo los adultos aprendemos que los únicos rivales que encontramos en nuestra línea de vida, son nuestros propios miedos. El trabajo en equipo, el disfrute y la educación en valores sólida, pueden ser el resultado de una práctica deportiva responsable, sin embargo para ello, el papel de los adultos es clave.
Según fuentes del Sindicato de Árbitros de Fútbol en España, «Hay violencia en la práctica totalidad de los partidos» (ver más en: NOTICIA EN PRENSA ), y la responsabilidad de la misma en más de un 80% pertenece a los padres y madres espectadores de los encuentros.
El deporte a través del movimiento educa al cuerpo, sus emociones y a los pensamientos, enseñemos a «competir» como los preparamos para vivir.
Después de reflexionar, toca decidir que tipo de adultos queremos que sean nuestros hijos, y empezar a respetar sus espacios.
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