Cultivando el Ego: ¿Quieres venir a mi cumple?
¿Quieres venir a mi cumple?
Y así, de esta forma, hacemos un trueque entre juguetes por tiempo de diversión. Hemos creado una auténtica obra de teatro para celebrar los cumpleaños de nuestros pequeños.
Años atrás quedaron cumpleaños en los que, rodeados de amigos, la fiesta giraba alrededor de una tarta y una piñata llena de chuches para compartir en el salón de nuestra casa, bajo la atenta sonrisa de nuestros mayores.
Hoy en día, en las instalaciones de un gran Parque Infantil privado, colocamos sobre una tarima «un trono» y sentados con una corona en la cabeza reciben a sus amigos colocados en fila india quienes le van entregando, uno tras otro, su regalo. Este es el gran momento de la ceremonia, una acción que se repite una y otra vez, “abrir y desempaquetar”, una y otra vez, «abrir y desempaquetar».
Se ha dado el caso en que, durante más de 15 minutos, nuestros pequeños rompen papeles de regalos de forma muchas veces desagradecidos, “queriendo más” y “buscando más”, como resultado de una sociedad adulta consumista, que empapa las raíces de la infancia con materialismo, ausentes de agradecimiento.
¿Qué es lo que aprenden con ello? Les estamos enseñando que “sin un regalo no podemos acudir a un cumpleaños”, mercantilizando la diversión, entretenimiento y celebración del cumpleaños de nuestros pequeños. Es en nuestra época “moderna” en la que las fiestas de cumpleaños se convierten en lugares de segregación y discriminación. Realmente, ¿para qué les hacemos esto? Es que quizás se trata de algo sobre nosotros mismos, como padres y madres, que buscamos que “su fiesta sea la mejor”, “la que todos recuerden”, escondiendo detrás de esta obra teatral nuestra necesidad como adultos de destacar y sentirnos importantes.
Una infancia rodeada de abundancia, escasa en cultivar valores tan humildes y necesarios, como el agradecimiento y el disfrutar de los momentos en compañía de los amigos y no “en qué trae un amigo a mi fiesta”, fomenta emociones como la envidia y los celos entre los más peques, constantemente comparados por los adultos, aplican la misma fórmula entre ellos mismos. Desviándolos de su verdadero crecimiento personal al ajustar su identidad en función de las pertenencias que tienen.
«La educación es lo que sobrevive cuando has olvidado lo que has aprendido» (B.F. Skinner).