Para el verdugo de mi hijo (1ª Parte). Carta de una madre al agresor de su hijo. No al Bullying.
Hoy llegas de nuevo a casa con esa mirada, deslizándose sobre tu rostro lágrimas que pesan, por los momentos vividos en tu colegio. Tienes 12 años y hoy de nuevo se han vuelto a meter contigo, te han golpeado tus compañeros de clase en el jardín que está a la salida de la escuela. Además, también han llegado llenos de insultos hacia ti, tus libros y cuadernos, y la vecina me ha dicho que su hija le enseñó un vídeo que circula por redes sociales en el que te someten unos chicos.
No sabemos cómo ayudarte.
Me golpea el corazón que a quien más quiero le hagan daño y que no sea capaz de defenderse.
Atrás quedaron aquellas peleas del parque cuando tenías 4 o 5 años, no lo recuerdo con exactitud. Recuerdo cómo venías corriendo a decirme que un niño se metió contigo o que te había empujado y yo, apresuradamente, te colocaba detrás de mí, e iba a hablar con ese niño. Quizás este haya sido uno de mis errores como madre, querer librar tus batallas por ti.
Creciste bajo la sombra de mi protección y ahora, cuando la madurez de la vida requiere que uses las herramientas y habilidades adquiridas, tu aprendizaje se ha basado en buscar la protección de la “autoridad” (tus padres, profesores,… los adultos)
Me esforcé más aquellas tardes en hablar con los otros niños y convencerles de que no te dijeran aquellas cosas que no eras que en cultivar en ti la autoconsciencia, gran aliada de la autoestima, para que crecieras sin ajustar el concepto de ti mismo, teniendo en cuenta lo que digan los demás (como decía el Dr. en Psicología Weyne Dyer, “lo que opinen de mí, no es asunto mío”) Crecerías sabiendo que sólo tú sabes quién eres y que, quien te quiere, te acepta con tus virtudes y carencias.
Invade mi cabeza el remordimiento de otras situaciones. Recuerdo aquella vez que los padres de uno de los niños con los que jugabas en el parque, tendrías 7 años, reprendían con insultos y golpes a su pequeño. Todos los adultos que estábamos presentes, miramos para otro lado, nos hicimos los “locos”.
No sé si tendrá algo que ver, pero ese chaval es uno de los que se mete contigo ¿Tanta importancia tiene lo que hemos dejado de hacer los adultos, las familias, la sociedad en su conjunto? Escucho bullying o acoso escolar cuando realmente percibo una gran falta de educación emocional y en valores en todos los estamentos de la sociedad.
Asumimos, como padres, una parte de responsabilidad de esta “patología social” pues debí aprovechar todos y cada uno de los conflictos que tuviste la oportunidad de experimentar cuando eras pequeño para que aprendieras a entender y manejar tus emociones ante conflictos, además de interpretar e identificar las de los demás.
Ahora, sin remedio de cambiar lo que ya ha pasado, se llena mi conciencia con tus lágrimas y con mi más rotundo pesar te digo que “lo siento mucho cariño, pondré de mi parte, para poder aprender empezando por mí, a superar este y otros obstáculos en tu vida”.
Esta idea, es similar a cuando enseñamos a nadar a los niños, podemos acompañarlos dentro del agua, pero son ellos quienes tienen que mover sus manos y pies para no ahogarse. Así en la vida emocional, para poder enseñarles a navegar en su mar de emociones, debemos aceptar que muchas veces tengamos que hundirnos, para ayudar a impulsarlos.
(FIN PRIMERA PARTE)