Adolescencia,  Infancia

La planta que quiso ser un árbol

Muchas historias de cine buscan sorprendernos, ponernos en la piel de ese personaje sin embargo este relato va de “personas” y no de personajes. Personas reales a las que por mucho que lo intentemos jamás podremos ponernos en su piel, porque sus historias y circunstancias están escritos por el guión de la vida. Esta es la historia de una planta que quiso ser un árbol.

LA PLANTA QUE QUISO SER UN ÁRBOL

“La planta que quiso ser un árbol”, este es el título de este post en el que vamos a conjugar como en la #VidadePi la fantasía con la realidad, para que cada una de nosotras escoja la versión con la que quedarse de este relato.

EL RESCATE DE LA PLANTA

Una parte de esta historia comenzó hace muchos años, con una planta que soñaba con ser un árbol. Vivía como un retoño junto a otras plantas como ella (su familia), sin embargo tras muchas visitas de equipos de jardinería (Equipos de Riesgo) que velan por que crezca de una forma sana y adecuada, es “extraída” (declarada en desamparo) para poder “rescatarla” y darle una vida mejor.

Una vez rescatada se trasladada a un “gran invernadero” (Sistema de Protección de Menores), para poder atender sus necesidades educativas y afectivas hasta que cumpla los 18 años (si su Plan de Caso fuera la Preparación para la Vida Independiente). Puede parecer una pretensión hostil el que estos niños y niñas con 18 años tengan la capacidad de ser autónomos, en una sociedad española que según datos del Euroestat los jóvenes abandonan el domicilio familiar a los 29,3 años. Esta “ilusión” que se crea en sus vidas comienza a germinarse con 13 o 14 años tras una «mesa de valoración», y será el fantasma que les acompañara hasta la mayoría de edad. Ese día en el que al cumplir años deben abandonar el invernadero.

SU LLEGADA AL INVERNADERO

Pero volvamos atrás, a los primeros días en el invernadero. Son muy raros para ella, pues sus raíces están en otro lugar, y este entorno artificial creado para darle sustento y guiar su crecimiento, tiene fecha de caducidad.

Como al “gran invernadero” llegan tantas y diferentes tipos de plantas. Lo primero que hacen es separar (segregan) las que son de interior y exterior. A todas no se las puede atender con los mismos recursos ni personales ni económicos.

La zona para plantas de interior (centros propios de la Administración Pública), está muy bien aclimatada, cuenta con muchos recursos económicos y los equipos de jardinería que los atienden tienen empleos de “calidad”. El porcentaje de plantas de interior es mucho inferior a las de exterior.

Luego está la zona del “gran invernadero” donde se ubican las plantas de exterior (centros adjudicados mediante concursos públicos a entidades del Tercer Sector), en ellas hay una gran diversidad de plantas. En una misma parcela (centro de protección de menores) se “trasplantan” (derivan): cactus, rosales, árboles frutales, verduras y hortalizas.

LA PARCELA DEL INVERNADERO

Obligadas a crecer sin poder echar raíces, en un contexto artificial. Dentro de un tejido social en el que durante su crecimiento, ven como se parten sus ramas o reciben pinchazos de los picos de sus compañeras «cactus». Además son testigos de cómo en un mismo año pueden pasar por sus vidas hasta 20 o 30 jardineros o jardineras diferentes, algo que no le ocurre a las “plantas de interior” (menores atendidos en Centros propios de la Administración Pública).

LAS PARCELAS SE CAPITALIZAN

Estas parcelas cada 4 años salen a Concurso Público para decidir quién sigue gestionando el cuidado y atención de estas plantas. Por lo que muchas de ellas en estos ciclos van “mudándose” y “conociendo” a nuevos equipos de jardinería. Crecen sin la posibilidad de echar raíces en sus macetas (centros) y sufriendo continuos abandonos por adultos que trabajan con su mejor intención. A pesar de ello estos recursos son títeres de un Sistema de Protección, que capitaliza en euros la gestión y cuidado de estos niños y niñas.

Lamentamos saber que el factor “económico” tiene un gran peso en la decisión de las gestiones de estos recursos, porque si al final todo se reduce al dinero…nos olvidamos de lo más importante, las personas. Muchas de estas plantas crecen habiendo sido regadas por las lágrimas de su equipo de jardinería, con la impotencia de hacer todo lo posible por ayudarlas.

EL EFECTO DE LAS PALABRAS EN LAS PLANTAS
ZONA DE ACLIMATAMIENTO

La planta de esta historia vivió una parte de su infancia en la zona de plantas de exterior. Otra parte de su historia la pasó en un lugar mucho más diferente. Quizás ello como consecuencia de su crecimiento en este contexto artificial, así como la dificultad para echar raíces en este “hogar caduco” y la distancia siempre a tiro de piedra con sus raíces (familia). Todo ello generó que se hiciera daño a sí misma, a otras plantas y al equipo de jardinería que conviven con ella.

Esto trajo como consecuencia que viviera su último período de madurez (hasta la mayoría de edad) a otra zona del Invernadero, en una de sus esquinas se encontraba la “zona de aclimatación” (Centro de Internamiento Educativo para menores infractores). Allí se la preparaba para que fuera capaz de vivir fuera del invernadero (sociedad) respetando las leyes y normas.

SU SUEÑO SE HIZO REALIDAD

Aún viviendo “quemada bajo el Sol” y su última fase en la zona de aclimatamiento, esta planta siempre soñó con ser un árbol. Un árbol grande y fuerte, capaz de dar sombra en un día caluroso, o dar cobijo un dìa de tormenta a quién necesitará protegerse. 

Quizás tambień imaginara que en sus ramas podrían colgar cuerdas, en las que niños y niñas más jóvenes que ella pudieran columpiarse y reír, pues el guión de su vida, inspiraba confianza a las plantas más pequeñas. “Puedes ser lo que sueñes si te esfuerzas” siempre les susurraba.

Una noche el árbol grande en el que se convirtió fue atravesado por un rayo y en su caída golpeó con sus ramas a unas flores que habían en un jardín. En muchas ocasiones la Naturaleza se vuelve contra sí misma.

Como “árbol caído”, derribado en el suelo (detenido) ha ido a una planta de reciclaje (centro penitenciario). Allí podrá recuperarse y preparar de nuevo el guión de su vida.

Ha sido un fragmento de la historia de un sueño. El sueño de una planta que quería ser un árbol. La parte de la historia que falta por escribir aún no ha sido soñada…

P.D: Los invernaderos han pasado a ser caldos de cultivo de jóvenes a nuestras cárceles. Nuestro Sistema de Protección necesita de políticas tan disruptivas como las problemáticas sociales a las que hace frente, de lo contrario somos una fábrica a granel de niños y niñas «agujereados». Somos nuestro propio «efecto invernadero».

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