Vivir en el barrio de La Gallega, dentro de una ciudad que paga impuestos morales.
“Podríamos colocar todos los instrumentos musicales que quisiéramos en el local de la Asociación de Vecinos, que por ello no habría una Orquesta Sinfónica en La Gallega”.
Con el Polideportivo del barrio pasa lo mismo, que con la Orquesta Sinfónica, se han limitado a colocar muy buenos instrumentos musicales (hace muchísimos años), pero se han olvidado: de traer a los profesionales de la música, de acercar a los alumnos, de atraer al público, y de lo más importante, dar valor a la música.
La participación ciudadana actual no se corresponde para nada a la de hace 20 años en este barrio, y más teniendo en cuenta, que hemos pasado de ser un núcleo poblacional de menos de 100 habitantes, a los casi 7000 de la actualidad. Aquí, deberían reflexionar las Administraciones ( si tuviesen interés) como fomentar la cohesión e integración social de todos los miembros de esta comunidad que es La Gallega. Necesitamos innovar en esta materia, pues nos encontramos en una zona donde hay graves patologías sociales:
- El distrito con menos ingresos por hogar.
- El distrito con mayor tasa de pobreza relativa.
Parece increíble teniendo en cuenta esto, y la aplicación del I Plan de Prevención y de Intervención Social y Desarrollo Comunitario, en lo referente al capítulo de Principios de Intervención, que no se estén adaptando las medidas a las características y necesidades de nuestra realidad, ni en las obras de mejora ni en los proyectos de intervención social.
Muchas de las propuestas no solucionan los problemas que tenemos en la zona, pues necesitamos además de programas de prevención, importantes proyectos de Intervención.
Todo ello, dentro de un municipio donde para mí, la Solidaridad se ha transformado en un impuesto moral, con el que llenamos el reloj del Parque García y Sanabria de regalos cada Navidad. Tenemos cada año, 365 oportunidades de ser solidarios, hubo una época en la que nuestros abuelos y abuelas, trabajaban codo con codo para que mejoraran sus comunidades (construyendo como por ejemplo en La Gallega, un local social), ayudándose entre ellos.
Siento que no supimos coger el testigo de los valores morales que si existían, ni los ciudadanos ni las administraciones.
El verdadero valor de una comunidad, no son sus recursos materiales, sino su calidad humana, y nuestro Distrito Suroeste tiene de sobra muchísima. Debemos acercar a nuestros jóvenes a los diferentes referentes culturales, deportivos con los que contamos, para que les sirvan de modelos a seguir.