Crecimiento personal

Deshojando la felicidad, viviendo en una red social digital

Vivimos deshojando momentos intactos del tiempo que pasarán, muchos de ellos, a convertirse en nuestros recuerdos más preciados. Con la mirada perdida deslizamos los dedos de las manos por los pétalos del tiempo, escapándose, sin remedio, muchos aromas repletos de oportunidades de sentirnos felices. Equivocados en el tiempo y el lugar creemos haber aprendido a estar aquí o allá, sin embargo, no sabemos ni tan siquiera cuál es nuestro sitio.

Vivimos una vida directa y natural con las personas y otra  a través de la tecnología. La gran parte de cada día inclinas tu cabeza hacia abajo… andamos cabizbajos por las calles, tomamos café sin saborearlo, dejando que se enfríe en la mesa mientras le sacamos una foto para compartirla en nuestra otra red social: «la virtual». Allá donde vamos nuestros ojos fijan su mirada en  el suelo.

No me parece sano este estilo de vida en el que dentro de una sociedad las personas le “sonríen” a los móviles y no son capaces de alzar la mano para saludar a su vecino.

Y así vives o, mejor dicho, vivimos, deshojando momentos de felicidad, debatiéndonos entre los “likes” de la publicación y las veces que es “compartida” como si en algún momento hubiéramos integrado que es la cantidad lo que prima sobre la calidad.

Fue por cuestión de evolución y supervivencia, que una de las mayores virtudes del ser humano es su memoria teniendo un papel clave en nuestro desarrollo y adaptación al mundo que nos rodea. Es por ello que los recuerdos, esos destellos temporales que podemos repetir una y otra vez cuando cerramos los ojos, son uno de los mayores regalos que nos ha dado la naturaleza.

Sin embargo, a pesar de lo que nos cuentan Facebook o Instagram de esos grandes momentos vitales como por ejemplo una “graduación” o el ”nacimiento de un hijo”, ese recuerdo es “filtrado” a través de una lente.

Muchos padres están más preocupados por sacar esa gran foto en la exhibición de su pequeño que de soltar lo que tienen en sus manos e involucrar todos sus sentidos en el instante que viven porque, ese sí, será el auténtico recuerdo de lo vivido.

Y así, de esta forma, en esta sociedad, los más pequeños, nuestros niños, no crecerán viendo cómo los adultos llevan sombreros como en el Renacimiento sino, en su lugar, verán una sociedad de adultos que “cargan” móviles por doquier para estar siempre “en línea” estén dónde estén. Sin tener la posibilidad de vivir presentes de forma plena con todos sus sentidos.

Para deshojar la felicidad debes utilizar tu vista para no clavarte las espinas de sus tallos; tu olfato para dejarte llevar entre sus aromas y tu oído para reconocer las sinfonías de cada recuerdo aprendiendo a compartir emociones con los demás, sin más ayuda que una mirada fija a los ojos de otra persona.

Hay inventos que solucionan problemas… otros, crean nuevos problemas que solucionar como esta sociedad apática de emociones, embriagada de likes y retweets en la que Facebook nos dice lo debemos recordar.

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