¿Ser débil en esta sociedad? ¿Tus hijos expresan sus dificultades?
Para muchos el cuento del patito feo convierte una moraleja desde, seguramente, mi equivocado puto de vista, en una peligrosa verdad absoluta dentro de la sociedad. La moraleja que todos aprendimos por error es que podemos «nacer» creyendo que somos como ese patito feo que con el tiempo pasar a ser un cisne.
Perpetuar esta ideología se concreta de diversas formas, como por ejemplo: no creer en un artista hasta ver su obra, en un cantante hasta conocer sus canciones, en un poeta hasta leer sus versos.
Muchos jóvenes siguen siendo en la actualidad sepultados por los comentarios destructivos de una sociedad que premia «contravalores» como la envidia, la hipocresía, el valor de la imagen y estética comercial, por encima del amor propio y la humildad.
Niños y adolescentes conviven marginados por palabras y frases que destapan sus debilidades, adoctrinándolos en que deben cambiar para sentirse bien y que deben ser como se espera de ellos, «los gorditos deben ser flacos», «los feos deben ser bellos», «los tontos deben ser listos»… y así, un debería detrás de otro, hasta que cuando las personas logran el éxito, su entorno social aclama, «has pasado de ser un patito feo, a un cisne».
Si le diéramos la vuelta a la metáfora y enseñáramos, desde que son muy pequeños, a los niños que ser «patito» es lo más bello que pueden lograr ser porque ya lo son, no quisieran ser otra persona que no fuesen ellos.
He tenido la suerte de conocer a personas que en la niñez fueron víctimas de acoso o malos tratos por su entorno o que han tocado fondo con problemas personales muy graves y todas ellas a la versión de sí misma que recuerdan con más valor y estima es a esa que desde fuera podríamos ver más dañada.
Esa versión de ellos mismos que decidió luchar y ser resiliente, frente a todas esas dificultades y problemas; que se empeñaba en no rendirse, siendo fuerte de otra forma a la que el conjunto de la sociedad acepta, y fue, mostrándose «débil».
Ser «débil» en esta sociedad que castiga la sensibilidad, la expresión de las dificultades personales, además de la aceptación de las mismas y, sobre todo, la debilidad de «pedir ayuda». Todas estas acciones son reprimidas por contravalores como la sobervia y la arrogancia que nos convencen de que estamos por encima de todas las cosas y personas, o como la desconfianza, que nos aleja de la posibilidad de ser ayudados por otras personas.
Quizás sea momento para todos nosotros de dejar de buscar ese cisne en la fantasía que nos han vendido para ser nosotros mismos, seamos lo que seamos.
Qué mejor acabar esta reflexión que con una cita de J. Krishnamurti, «El mundo no es algo separado de ti y de mí; el mundo, la sociedad, es la relación que establecemos o buscamos establecer entre nosotros. Así que tú y yo somos el problema, y no el mundo, porque el mundo es la proyección de nosotros mismos y para entender el mundo debemos entendernos a nosotros mismos. Ese mundo no está separado de nosotros; nosotros somos el mundo y nuestros problemas son los problemas del mundo».